DOCENTES DECENTES
Hace poco he leído un artículo de Víctor Núñez en el blog de LA RAZÓN, el cual me ha llamado la atención. Aunque pienso que no solo existen los buenos docentes que son capaces, con dedicación, ilusión y perseverancia llegar a sus alumnos a través de mil y una formas y resquicios; y los malos docentes que realizan su trabajo con desgana y no les importa si lo que intentan comunicar llega o no a los demás. También están los docentes que después de una carrera larga y costosa y unas oposiciones que les ha podido llevar años, están muy preparados intelectualmente, pero en cambio, no tienen las capacidades necesarias para hacer llegar esos conocimientos a sus alumnos.
Hace poco he leído un artículo de Víctor Núñez en el blog de LA RAZÓN, el cual me ha llamado la atención. Aunque pienso que no solo existen los buenos docentes que son capaces, con dedicación, ilusión y perseverancia llegar a sus alumnos a través de mil y una formas y resquicios; y los malos docentes que realizan su trabajo con desgana y no les importa si lo que intentan comunicar llega o no a los demás. También están los docentes que después de una carrera larga y costosa y unas oposiciones que les ha podido llevar años, están muy preparados intelectualmente, pero en cambio, no tienen las capacidades necesarias para hacer llegar esos conocimientos a sus alumnos.
Estas capacidades se pueden adquirir en gran medida, aunque de ellos depende encerrarse en sí mismos y pensar que tienen aprendido todo lo que deben saber. O por el contrario seguir aprendiendo a comunicar y llegar a sus alumnos con todo el potencial posible. No se debe olvidar que es el alumno el que aprende y el docente es el encargado de despertar el interés de éste para que adquiera los conocimientos que se le están ofreciendo.
Este es el artículo.
Por Víctor Núñez
Una
vez escuché en un homenaje a un profesor universitario que no
había profesión más decente que la del docente.
Me pareció una frase ingeniosa que encerraba una verdad y el
reconocimiento a una labor imprescindible para cualquier sociedad. De
mi triple faceta profesional como periodista, empresario y profesor,
me siento especialmente orgulloso de la tercera. Dicho esto, y como
todo en la vida, existe la otra cara de la moneda. ¿Todos los
docentes son decentes? Pues la verdad es que la inmensa mayoría sí
los son. Pero como en cualquier profesión existen garbanzos negros.
Esto no sería muy grave si no fuera por los devastadores efectos de
un mal docente en sus principales víctimas: los alumnos. Igual que
ya razoné por aquí,,homenajeando
al polaco Ryszard Kapuœciñski que no
se podía ser periodista y mala persona,
menos aún debe haber profesores en activo que sean malas personas.
En
España, afortunadamente, existe una buena percepción de la
profesión docente y es, de hecho, la segunda más valorada por la
sociedad, según distintos estudios del CIS, solo por detrás del
personal sanitario (médicos y enfermeros). Aunque existan motivos
para pedir un mayor reconocimiento, las condiciones económicas de
los profesores de enseñanzas obligatorias son dignas. Lejos
quedaron, felizmente, aquellos tiempos en los que se decía “pasas
más hambre que un maestro de escuela”. Es cierto que los
profesores se enfrentan a problemas nuevos que implican un gran
esfuerzo como la constante innovación, la vertiginosidad de las
TICs, y lo que es peor, un cambio brusco en la relación con
estudiantes y familias. Todo ello debe servir para mostrarles todo el
apoyo de la sociedad y una mayor protección por parte de las
administraciones.
En
cualquier caso, conviene ser exigente con uno mismo y, más allá de
las reivindicaciones, mirar qué puede hacer cada cual por mejorar su
trabajo. También los profesores. Un docente, especialmente el que
está en las etapas obligatorias, es un referente para los niños
y su guía en las procelosas aguas del saber y de la Vida. Una
buena maestra puede despertar en el niño el genio dormido de la
literatura. Un maestro tenaz y persistente puede conseguir que un
zote salga adelante. Una maestra cariñosa y alegre puede sacar del
pozo de las desdichas al niño víctima de un hogar desestructurado.
Los maestros no pueden permitirse el lujo de desfallecer en su
ingente labor, no pueden sucumbir ante el marasmo de la gresca
política, ni pueden desfallecer en el empeño de formar mejores
ciudadanos.
A
lo largo de mi experiencia profesional he impartido formación y he
conocido a centenares de profesores y, en ocasiones, formo a
claustros enteros. En casi todos los colegios descubro gente
maravillosa, profesional y con ilusión a raudales. Pero, también, a
veces descubres miradas esquivas y esquinadas, ves caras agrias,
hueles la desgana y atisbas ciertos gestos que no transmiten nada
bueno. En esas ocasiones siento indignación y miedo. Y es que no se
puede ser un mal docente. Al que no le guste esta profesión, que se
dedique a otra cosa. Pues a contrario sensu de la frase con la que he
iniciado esta reflexión, no habría una labor más indecente
que la de un mal docente.
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